Todos hemos escuchado o leído el relato del hijo pródigo; como solicitó a su padre la parte de su herencia y luego en otras tierras la malgastó, hasta el punto de quedarse sin un solo centavo de lo que le pertenecía. Movido por la escases y el hambre, terminó alimentando cerdos y anhelando la comida que a ellos le daba; en esta situación recordó a su padre y pensó en volver arrepentido a pedir perdón aun renunciando a su calidad de hijo, y venciendo su vergüenza emprendió el camino de regreso, pensando “quizá mi padre me de trabajo en su hacienda”; lo más impresionante de este relato es que el padre siempre le estuvo esperando, y corrió a recibirle cuando le vio a lo lejos; el final de la historia creo que ya lo sabemos, de lo contrario léela en San Lucas Capítulo 14, verso 11 y siguientes.
Cuantas veces nos ha sucedido algo parecido en nuestra vida, nos hemos sentido capaces de manejar nuestra existencia y hemos malgastado nuestras capacidades y talentos que tenemos en cosas que no corresponden; arrepintiéndonos luego por las malas decisiones que hemos tomado, por el daño que hemos causado a personas cercanas y queridas y a nosotros mismos.
La pregunta es: en qué proceso estamos?
Nos quedamos en el arrepentimiento y seguimos pasando dificultades, por nuestro orgullo, por nuestra cobardía de reconocer que nos equivocamos; o somos tan audaces como el hijo de la historia que dudando de si lo perdonarían, estuvo dispuesto a emprender el regreso a su casa, y a trabajar como un peón en la hacienda de su propio padre?
Permítame decirle; Papá Dios está esperando que regreses, que vuelvas en amistad con El, sabe que somos imperfectos, impulsivos y tercos como el más; pero así nos ama, quiere quitarnos los harapos que tenemos gracias a nuestra terquedad, saciar nuestra hambre y volvernos a dar el lugar que nos corresponde, el mismo que logró pagando el más alto precio por cada uno de nosotros.
Pero ojo, la historia también nos habla del otro hijo, el que permaneció junto al padre, y teniéndolo todo nunca lo disfrutó, y criticó a su padre por el recibimiento dado al que regresó.
Sea cual sea nuestro caso, te invito a reflexionar, porque podemos estar malgastando la Divina gracia de nuestro Padre o dejando pasar las bendiciones, sencillamente por no conocer quién es nuestro diseñador, y para qué estamos en este mundo.
Recuerda, Dios te ama y desea lo mejor para ti, no depende de lo que yo quiero, depende lo que El tiene para nosotros; el no quiere que comamos peor que los cerdos, ni que vivamos como mendigos, El quiere que vivamos con un propósito bien definido, pero tampoco quiere que seamos solo unos religiosos, fanáticos y legalistas; El quiere hijos sinceros y dispuestos a vivir vidas revolucionadas por el Espíritu Santo y a vivir sobrenaturalmente.
Reconcíliate con El Señor, está ansioso esperándote para abrazarte y darte lo mejor.
sábado, 27 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
me gusta!!!
Publicar un comentario